Doctor en filosofía. Profesor jubilado de la UdG.
Hacer de síndico, un cargo deauctoritas, no de potestas
El ejercicio del cargo de síndico es lejos de la potestas entendida como autoridad ejecutiva de un cargo de gobierno, pero también es muy diferente –a pesar de algunas confusiones– de la propia de un juez. Es un cargo que ni manda, ni sentencia: ayuda a buscar justicia. En esta búsqueda se espera que utilice, para poner al servicio de quién lo necesite, aquello que se ha dicho «autoridad moral», la vieja auctoritas romana, avalada por la legalidad actual y el consenso social en torno a la figura.
En esta búsqueda, y en interacciones múltiples que siempre he agradecido, he podido conocer bastante más la universidad desde la perspectiva, tristemente privilegiada, de la queja de muy diversas personas por errores o malas prácticas de la institución, que a menudo se escapan, quedan soterradas o incluso son voluntariamente escondidas. Además del conocimiento, sin embargo, se obtiene una cierta recompensa de orden emocional, de sentido profundamente humano: la vivencia del intercambio de confianza con quien se te acerca y te explica su malestar, su queja, su protesta, lo que sea; una confianza que suele crecer y mejorar en el transcurso de las gestiones y conversaciones necesarias para tratar de resolver el problema. Sentir que recibes aquella confianza por la que la persona se siente escuchada y respetada en su situación de vulnerabilidad es humanamente muy valioso. Incluso, sin embargo, si en algunos casos era imposible por razones objetivas una solución satisfactoria, se compartía un sentimiento positivo –a pesar de la decepción– con expresiones de mucho valor como «Gracias por haberme escuchado y luchado por mi causa». Expresiones que el síndico agradecía igualmente porque también se habían compartido confianza, razonamientos, sensibilidad, independientemente del resultado. Por suerte, la mayoría de quejas alcanzaban grados positivos de resolución.
Un ejercicio, pues, institucional y humanamente muy valioso y enriquecedor. Y creo, sobre todo, que útil al mismo tiempo para las personas que acudían y para la Universidad misma.